Casa entre Ciruelos (Tokio), de Kazuyo Sejima




Una joven pareja con dos niños y una abuela escogió a la arquitecta Kazuyo Sejima por ser la autora de una obra “ligera, limpia, blanca y nada bravucona”; cualidades que les ayudarían a encontrar el sentido adecuado a la tensión entre la privacidad de la morada y el carácter público de una casa volcada al jardín. “Un refugio para la mente” y “Un lugar donde disfrutar de los ciruelos floridos del jardín”; esos fueron los requerimientos de la familia al encargar su casa.

Cuestionando divisiones y jerarquías
La escritora publicitaria Miyako Maekita y su esposo, un productor de anuncios, poseían un pequeño terreno en un vecindario cercano a Tokio. Con tan sólo 92,30m2, llena de ciruelos y flores salvajes, la parcela realmente parecía un jardín dentro de aquella zona residencial.
Durante mucho tiempo, la pareja había querido construir allí su hogar; una casa que fuese neutra, como un lienzo en blanco, sin nada que distrajera su vida ni el ver crecer a los hijos. Rechazaban la idea de que la casa representase su poder económico o que sirviese para llamar la atención. Su vivienda debía ser mucho más espiritual, un lugar para equilibrar la mente y relajar el cuerpo. De hecho, en las conversaciones con la arquitecta nunca citaron la frase “hogar, dulce hogar”. Estaban más interesados en construir una vivienda que ayudase a preparar a sus niños a salir al mundo. Puesto que, tarde o temprano, los hijos abandonarían el nido, no tenía sentido para ellos crear nostalgia. Así, cuando Kazuyo Sejima preguntó a Miyako qué tipo de casa buscaban, ella le contestó: “Algo como una percha temporal”.
La complicidad con la arquitecta fue inmediata. Kazuyo Sejima había estudiado arquitectura en la Universidad de Mujeres, el centro académico creado después de la Segunda Guerra Mundial como reacción a las leyes japonesas que prohibían el acceso de féminas a las universidades públicas. Obviamente, el origen de esta universidad insuflaba entre sus estudiantes la actitud de cuestionar todas las normas y convenciones preestablecidas. En el caso de Sejima, tras observar los nuevos modos de vida, cuestionó la validez del hogar convencional consistente en un determinado número de dormitorios, un cuarto de estar, un comedor y una cocina. Los conceptos fijos ya no tienen validez en una sociedad de cambios rápidos.

La casa como refugio de la mente
Situada en una esquina de la parcela, la casa aparece como un perfecto cubo blanco. La puerta se fusiona con el muro, siendo el felpudo y un pequeño voladizo sus únicas indicaciones. Más aún, en lugar de las convencionales ventanas, unos cortes cuadrados se disponen localizados sin ningún orden. La lógica viene desde el interior. Al negarse a crear habitaciones estereotipadas con sus correspondientes colecciones de mobiliario, Kazuyo Sejima propuso reducir cada habitación a un mueble o una acción determinada. De ese modo se crearon hasta 17 compartimentaciones distintas, como el dormitorio de los niños, que está compuesto por una habitación-cama y una habitación-mesa. Todas estancias se disponen en una superficie total de 77,68m2 distribuida en dos plantas, con la sala del té en la cubierta.
El uso de tan pequeña superficie se aprovechó al máximo construyendo la estructura de la casa con tabiquería de acero, lo que reduce el espesor de las paredes exteriores a un grosor de 50 mm y las interiores a 16 mm. Así, la estructura, las paredes y los suelos se funden los unos en los otros y cada parte parece tener el mismo peso.
Interpretando la idea de “una habitación-estudio”, la arquitecta conectó las numerosas habitaciones individuales por medio de huecos en la tabiquería sin ningún cristal, con lo que surgieron nuevas posibilidades. Algunas de las habitaciones miran al exterior a través de la ventana de otra habitación. El aire fluye libremente a través de esas aperturas, de habitación en habitación, y el niño o su gato pueden entrar o salir a través de estas aberturas. Ningún espacio está completamente aislado. Al tiempo que ofrecen una elección múltiple de acción, la idea de privacidad se hace más elástica. Los miembros de la familia pueden seleccionar su espacio de acuerdo a su estado de ánimo, a solas o con los demás.
Esta casa es un paso más en la investigación de Sejima sobre la vivienda en la sociedad de la información. Para ella, más que marcar límites, el interés se encuentra en la definición de lo existente entre espacios. Y aunque ese nuevo espacio no pueda ser visto, puede ser experimentado. Por ejemplo, en la habitación de la hija, donde el sentido de profundidad se ha eliminado. Uno puede mirar al cuarto contiguo a través de una apertura en la pared de acero y parecerle que es una habitación plana, como si se tratase de una imagen suspendida en la pared. Llega a ser un juego que toma a uno por sorpresa. Cuando un viandante pasa junto a la ventana, de repente, el espacio entre la ventana y la apertura en la pared se materializa.
La vivienda en el huerto de ciruelos es más que una casa con un jardín. Es un nuevo tipo de casa que habla de cómo lo intangible puede formar parte del proyecto.

Pie de fotos:
a. Kazuyo Sejima (n. 1956) estudió arquitectura en la Universidad Japonesa de Mujeres, centro académico que cuestiona todas las normas y convenciones preestablecidas. (Fotografía: SANAA)
b+c+d+e+f. Casa en el huerto de ciruelos (2003). Plantas, alzado y sección.
g. El dormitorio de los niños está compuesto por una habitación-cama y una habitación-mesa (Fotografía: SANAA)
h. La estructura de la casa está construida con paredes de acero, con espesor de 16 mm en las particiones interiores y de 50 mm en las exteriores, incluyendo estas últimas una pintura con propiedades de aislamiento térmico. (Fotografía: SANAA)
i. Las 17 pequeñas compartimentaciones de la casa están experimentados como un único espacio interconectado. (Fotografía: SANAA)