La Casa Frank Gehry en California





Mucho antes de alcanzar el prestigio internacional por ser el arquitecto del Museo Guggenheim en Bilbao, Frank Gehry diseñó su propia casa en Santa Mónica (1977-78). La historia comenzó cuando su segunda esposa, Berta Aguilera, compró una pequeña casa de color rosa, de estilo colonial holandés, en un barrio burgués de Los Ángeles. Gehry decidió entonces reformar lo que él consideraba "una encantadora casita sosa", construyendo alrededor de ella y tratando así "de hacerla más importante". El resultado fue tan impactante entre sus vecinos que una noche la casa fue tiroteada.

Los prejuicios de los vecinos
El arquitecto quería hacer la casita rosa lo más interesante posible siguiendo las pautas del artista Marcel Duchamp, es decir, cambiando la actitud del público hacia los objetos ordinarios al exponerlos como obras de arte. Para ello, Gehry amplió la planta baja como si se tratase de un envoltorio que rodea a la casa por tres de sus lados. La casita rosa aparece así como un objeto dentro de una nueva casa. El exterior de la casa original permaneció casi intacto, respetándose incluso aquellas partes que ahora se encontraban dentro de la nueva casa. En cuanto a su interior hubo una remodelación considerable. En algunas zonas se arrancaban tablones de las paredes para dejar la estructura de armazón de madera parcialmente expuesta, en otras se conservaba y reparaba. Al acceder a la casa, la distinción entre lo nuevo y lo viejo quedaba enfatizada atravesando dos puertas de entrada, la diseñada por Gehry seguida de la puerta original de la casita.
"Yo trataba de construir muchas ideas," reconoce Gehry cuando explica su proyecto. Por entonces, años en los que el arquitecto andaba escaso de dinero, él estaba fascinado por los materiales baratos, como la malla metálica, los tableros contrachapados de madera y la chapa galvanizada ondulada. El envoltorio de la vieja casita resultó ser una buena oportunidad para experimentar con estos productos fabricados en serie y que no se utilizaban en la construcción de viviendas.
Fue entonces cuando los vecinos le comenzaron a asaltar por la calle para increparle y decirle "No me gusta tu casa", a lo que él respondía, "¿Y que me decís de las barcas que tenéis en vuestro jardín trasero? ¿Y de vuestros todoterrenos? Todo esto es lo mismo, es la misma estética." Ellos siempre le contestaban "No, no,... eso es muy normal." Ya han pasado casi treinta años desde entonces y Gehry sigue fascinado por tales contradicciones: "Todo el mundo odia la verja de malla metálica pero nadie la ve. Lo que sí ven es la pista de tenis y, para ellos, una pista de tenis es un símbolo de riqueza".

La evolución de la familia
Cuando una noche invitaron a cenar en casa a Arthur Drexler, el entonces director del Departamento de Arquitectura del Museo de Arte Moderno de Nueva York, el huésped no cesó de formular preguntas tales como si la pintura descascarillada del interior era o no intencionada. Acabada la velada, Berta le advirtió a su marido que Drexler "pensó que la casa era un chiste". En ese momento Gehry supo que su investigación había tenido éxito.
El aspecto de la casa, con sus límites difuminados entre lo viejo y los nuevos acabados, era como si estuviese en constante proceso de construcción. Tal y como justifica Gehry: "Vivimos en una cultura de comida rápida, de publicidad y de derroche; corriendo para alcanzar aviones y taxis: una vida frenética. Por ello, pienso que crear posibilidades es más expresivo de nuestra cultura que algo totalmente acabado".
Cuando Berta y Frank Gehry hicieron su casa, la pareja sólo tenía un niño. Más tarde vino un segundo. Los niños crecieron y pronto necesitaron renovar sus dormitorios. Ha habido muchas otras reformas posteriores, como la construcción de la pequeña piscina con la que últimamente soñaba Gehry y la transformación de la cochera en una casita de invitados, pensando en las visitas de sus dos hijas de su primer matrimonio. Por supuesto, la situación financiera de la familia Gehry también ha cambiado mucho en los últimos años, y esto se refleja en las recientes intervenciones de la casa. En la ampliación de 1993 ya se emplearon materiales refinados como el panel sándwich o las carpinterías de madera maciza. También entonces se recubrieron las viguetas de madera del techo y se sustituyeron los suelos de asfalto del comedor.
Por todo ello, muchos admiradores del arquitecto se horrorizaron. Para éstos, la vivienda ha ido perdiendo parte de su crudeza y, con ello, su fuerte carácter; una actitud muy distinta a la de los inquilinos, que justifican las diversas ampliaciones con la progresiva adaptación a una nueva situación familiar. De hecho, la transformación es tan acelerada que el arquitecto se ha planteado llevar a cabo la construcción de otro proyecto de lo que será su nueva vivienda.
Con las recientes renovaciones "¡perdí la vieja casa!," reconoce Gehry al referirse no a la casita rosa, sino a lo que fue la primera remodelación de 1978. La suya es una vivienda que se encuentra en continua mutación, tratando de alcanzar a la rápida evolución de una familia.

Fotografía: Frank O. Gehry & Associates
Pie de fotos:
a. Frank O. Goldberg (Toronto, 1929), hijo de emigrantes polacos, cambió su apellido al poco de emigrar a Los Ángeles.
b. Berta Isabel Aguilera compró "una encantadora casita sosa" de estilo colonial holandés.
c. Maqueta de una posible evolución del jardín trasero.
d. Planta baja (1978).
e. Planta primera (1978).
f. Ventana de la cocina.
g+h. Vista de la entrada en 1978: el aspecto de la casa era como si ésta estuviese en constante proceso de construcción.
i. Con la ampliación de 1993 muchos consideraron que la vivienda perdió parte de su crudeza original.
j+k+l. NUEVAS IMÁGENES DE LA CASA DE FRANK GEHRY (Dic 06).