Casa en Riva San Vitale, de Mario Botta



Los suizos Carlo y Leontina Bianchi eran íntimos amigos del estudiante de arquitectura Mario Botta cuando él les reformó un viejo piso en el pequeño pueblo Genestrerio. Poco después, en 1971, ya recién graduado Botta, la misma familia le encargó el proyecto de una nueva casa, pero esta vez en el campo del cantón de Ticino, a los pies del Monde San Giorgio y con vistas al lago Lugano. Aunque el listado de necesidades era muy similar al de la reforma anterior, una casa económica con habitaciones para una pareja con dos hijos, el proceso de pensar en la nueva casa fue muy distinto. De hecho, vino a ser como construir una casa comenzando por el tejado.

Arquitectura vernácula
El nuevo terreno quedaba al norte de la vieja aldea de pescadores Riva San Vitale, al final de un viejo sendero que subía serpenteando las montañas hasta alcanzar el frondoso bosque. Era una maravillosa parcela que había heredado Leontina Bianchi: Ochocientos cincuenta metros cuadrados cubiertos de esbeltos castaños sobre una ladera de fuerte pendiente que bajaba al lago Lugano y que miraba al impresionante Monte Generoso entre los picos de los Prealpes Lombardos cubiertos de nieve.
Característicos de esta región son los claros volúmenes de las antiguas construcciones que se elevan sobre los árboles como vestigios de marcas humanas. Además del rotundo templo del siglo XVI en Riva San Vitale, existen también los históricos "Roccoli", unas torres tradicionales que tan numerosas fueron en el pasado y que, en realidad, eran lugares de caza de aves aunque más tarde se reutilizaron como casas de veraneo. Y es precisamente la combinación de esa impresionante naturaleza con estas básicas construcciones lo que confiere a este cantón una cualidad tan especial.
Durante el pasado siglo, sin embargo, el área a lo largo del sendero que muere en la parcela de los Bianchi ha ido sufriendo un desarrollo urbanístico indiscriminado. Como consecuencia, uno de los principales objetivos para Mario Botta, ya desde muy al principio, fue el de proponer una casa capaz de marcar el límite a la expansión tan descuidada de la aldea y así con ello proteger el bosque. Debido en parte a la protesta de Botta a través de su poderosa arquitectura, poco después de la construcción de la casa, una nueva ordenanza de planeamiento urbano declaró el entorno como zona verde y de bosque. Por esta razón no se han aprobado más obras en este área y la casa se alza solitaria en este paisaje ahora protegido.
Tras reconocer que, al edificar, uno transforma de forma inevitablemente la naturaleza, Mario Botta aboga por el compromiso de construir espacios humanos agradables. Evidencia de su diálogo con la naturaleza son los carteles de la Oficina de Turismo del Ticino que muestran imágenes de paisajes suizos con las obras de Botta. En el caso de la casa en Riva San Vitale, el arquitecto reinterpretó la tipología vernácula de torre, para así proteger el paisaje a la vez de dar respuesta a sus amigos que deseaban disfrutar las vistas del lago sobre los árboles, además de tener un contacto directo con el terreno.

Construyendo el paisaje
Desde la parte más elevada de la parcela, justo allí donde acaba el viejo sendero, arranca una pasarela metálica que nos conduce a la casa que tiene forma de una torre cuadrada de diez metros de lado y trece de altura. Esta fina pasarela subraya, con sus dieciocho metros de longitud, una separación de la vivienda respecto al terreno que la revela como un observatorio de su entorno. Por consiguiente, el sentimiento al cruzar hacia la casa es el mismo al de entrar en el paisaje; cuando nuestra mirada se extiende más allá, hacia la iglesia de Melano, que es el pueblo al otro lado del lago.
Al estar la casa organizada en torno a una escalera central, el recorrido en espiral de la misma nos muestra una sucesión de vistas. Desde la entrada, y en orden descendente, hay un estudio y una terraza superior orientada al este y al lago con las montañas, la planta con el dormitorio de los padres con su espaciosa terraza mirando al sur y la pradera, y entonces la del dormitorio de los niños y su cuarto de juegos. Todas estas habitaciones están abiertas a un espacio de triple altura, por lo que se comunican visualmente entre sí y con los espacios de abajo, es decir, con el salón y la zona de cocina y comedor. Finalmente, ya al nivel del terreno, hay una bodega y un gran porche abierto directamente al jardín.
La casa es como un volumen tallado con cuatro alzados que responden al entorno en derredor: el lago y la iglesia de Melano, la pradera, los bosques, y el acceso del viejo camino. Cada corte en la fachada enmarca una vista específica y expresa la creencia de Mario Botta en la arquitectura como el diseño de un lugar. Por ello sus fachadas no son simplemente una cuestión de decorar la superficie exterior de un edificio. Ellas expresan una relación del interior de la casa con los alrededores, con el movimiento del sol, o con una dirección donde existe una construcción histórica; sus fachadas tienen una geometría que responde a la abstracción del paisaje circundante.

Pie de fotos
a. Mario Botta (n. 1943), arquitecto. /René Burri
b. Antiguo "Roccolo" característico del cantón de Ticino.
c. El cerramiento consiste en un doble muro de bloques de hormigón sin enfoscar, los suelos son de baldosas cerámicas y la pasarela es una celosía de acero pintada en rojo. Todos son materiales sencillos con una calidad de encuentros elaborados a partir de las enseñanzas del profesor de Botta en la Universidad de Venecia, Carlo Scarpa. /ANTONIO MARTINELLI
d. La casa es un volumen tallado que responde al paisaje circundante. De sus más de 1000 metros cúbicos tan sólo 220 metros cuadrados son de superficie construida.
e+f. El interior de la casa es el paisaje exterior. /ALO ZANETTA